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sábado, 11 de agosto de 2007

Figurita repetida.


El encuentro entre River Plate y Newell`s Old Boys, correspondiente a la segunda fecha del Torneo Apertura 2007 y que debía disputarse el domingo, fue suspendido hace pocos minutos por el juez Luis Rodríguez.
Una vez más, los violentos ganaron la batalla. Lo que en principio iba a ser un típico domingo futbolero, se transformó en un verdadero caos. Las amenazas de choque entre dos facciones de la barra brava Millonaria, una de ellas liderada por Alan Schlenker y la restante por Adrián Rousseau, pisaron mas fuerte que la realización de un partido de fútbol.
El temor del magistrado en lo Criminal de Instrucción N º 11, era que el grupo liderado por Rousseau, busque venganza debido al asesinato a balazos de Martín Gonzalo Acro, barra brava del club, el pasado martes. Tanto Schlenker como su hermano William, quedaron imputados por dicho crimen.
A esta interna existente dentro del grupo más radical del club de Núñez, se le sumaron los antecedentes sangrientos que han protagonizado las barras de River y Newell`s. En el 2003, un enfrentamiento entre ambos bandos dejó como saldo la muerte de dos hinchas Leprosos, hecho que nunca se aclaró en la Justicia.
Increíblemente, el operativo de seguridad planeado en el Monumental y sus alrededores, constaba con el accionar de 1100 efectivos policiales, más la realización de intensos cacheos y hasta la instalación de detectores de metales en las puertas de acceso al estadio.
Luego de una semana trágica y colmada de signos de interrogación, la determinación tomada por el juez Rodríguez no hace otra cosa que otorgarle, como de costumbre, la victoria en la batalla contra la violencia en el fútbol a las barras bravas.
El martes, en la reunión de Comité Ejecutivo, se decidirá la fecha y hora de disputa del partido, teniendo en cuenta que los Millonarios tampoco jugaron la primera fecha, y tienen también ese encuentro pendiente.
En lugar de buscar soluciones contundentes, que no perjudiquen al deporte ni a la gente que verdaderamente sigue a su equipo por simple amor a la camiseta, las decisiones tomadas engrandecen el poder y accionar de estos grupos violentos. Como ha pasado ya tantas veces, un partido de fútbol se suspendió, debido a que nadie pudo garantizar la seguridad antes, durante y después del espectáculo.
Esta situación excede lo deportivo, va mucho más lejos. Asociaciones ilícitas en conjunto con los directivos de cada club, negocios turbios que encierran a jugadores profesionales, juveniles y representantes, más el infaltable aval recibido desde los sectores más altos del poder, han hecho del fútbol un negocio jugoso con ilimitadas porciones de torta repartidas en extremo silencio.
Una vez más, desde estas humildes líneas, pedimos que de una vez por todas acaben con destrozar al fútbol, que las aves de carroña dejen de vivir de esta pasión de multitudes persiguiendo sólo intereses económicos.
Todavía se está a tiempo, pero cada día que pasa sin que se haga algo concreto, es una luz que se apaga en la incansable lucha contra los buitres y detractores del deporte rey.